Rogelio A. Córdova
¡Qué ignorantes somos!, pero realmente es una necesidad de que en el mundo prevalezca la ignorancia, pero a pesar de esto. hay ángeles que nos van quitando las vendas de los ojos y nos ofrecen las herramientas que Dios ha dejado en la tierra para curar nuestras almas, con ellas, las ansias, el desespero y la tristeza.
La vida es como una película donde tiene un comienzo, pero que realmente no inicia allí al final del gran titular, sino que empieza cuando el guionista, después del director, nacen. Aun así, no es el comienzo del rodaje.
Nacemos, crecemos y en las primeras etapas de nuestras vida el mundo gira entorno a nuestros padres, tíos, abuelos y todas esas cosas que para algunos nos parecen de 'pereza' pero para otros: un gran apego de familia.
Nos inculcan valores ficticios de moralidad y ética que luego con el transcurrir del tiempo olvidamos por no haberlas aplicado. Ignoramos muchas cosas porque hay temas que nos son vedados. Nos inculcan la fe: el catolicismo y de acuerdo a cómo te va tratando la vida, vas viendo otras opciones.
¡Qué ignorantes somos!, pero realmente es una necesidad de que en el mundo prevalezca la ignorancia, pero a pesar de esto. hay ángeles que nos van quitando las vendas de los ojos y nos ofrecen las herramientas que Dios ha dejado en la tierra para curar nuestras almas, con ellas, las ansias, el desespero y la tristeza.
Al andar por las calles vemos vidas míseras que viven el día a día sin importarles qué le depara el mañana. Van sin rumbo, sin fe de nada. Son especies de autómatas. Los hay de todas las clases sociales: indigentes, pobres, clase media y la denominada 'high class'. ¿Cuál de todos son peores?. Todas en su gran mayoría constituyen la podredumbre materialista, cuyo individualismo de por sí exacerba su egocentrismo.
Ante este panorama es mejor ignorar y seguir con la frente en alto. Sin embargo no todo es fatalidad en esta vida, porque hay personas de altos conceptos universales, las cuales nos sirven de apoyo moral y espiritual. Tenemos amigos quienes aprenden de nosotros y de generación a generación le corresponderá trasmitir los conceptos reales de la moralidad, la ética y la espiritualidad a sus congéneres. Preveo un mundo mejor, pero, según la Biblia, habrá una tremenda sacudida en la Tierra. ¿Por qué? por lo que les mencionaba anteriormente. La gran mayoría de los seres humanos constituye, lastimosamente, una podredumbre que ya apesta.
Fiestas, libertinajes, lujuria, alcohol, sexo....para esas personas mundanas y materialistas ya es el fin del mundo y hay que gozar hasta que se rompa el cuero. Es precisamente así como piensan aquellos que se dicen normales y quizás esos nos miran como si fuéramos seres de otro planeta.
Un día iba caminando en medio de la multitud y sentía asco, no podía mirar los rostros de las personas que me pasaban de frente. Era preferible mirar solo tu camino con la vista en alto, claro, tratando de no pisar en falso, no vaya ser que te tropieces con una piedra y caigas al suelo.
Pregunté por qué siento esto. Recibí felicitaciones, porque estaba desarrollando un sexto sentido y lo que sentía era los tormentos ajenos. Sus problemas y frustraciones a gritos me estaban agobiando, cada persona un mundo con sus problemas como si fueran los más importantes del universo. Se dice que nuestros problemas no es nada comparado al de tu vecino. Cierto. La cosa es que me perturbaba andar en medio de la multitud, porque muchos estaban acompañados por pequeñas manchas grises y otras muy negras. Daba asco.
Al parecer hay días de tráfico para la gente buena, la gente dulce y son esos días cuando tal vez uno se siente bien a gusto con las personas. Otros días están asignados para gentes malvadas y atormentadas. Ese día cuando sientas esas cosas feas, mejor refugiarse en casa o en algún lugar retirado. Por eso vemos que hay, quienes con ayuda de Dios, porque les dio facilidades, se van para las playas o al campo en familia con esas amistades buena gente, para pasarla bien, alejados de la podredumbre y continuar sin proponerlo con la lección que nos hacen personas de bien.