Recorrí las calles entre edificios que rascan el cielo, sombras, gente por doquier, buhoneros y vendedores de billete de Lotería. Decidí comprar mis cuatro números un domingo con el propósito, Dios quiera, de volverme millonario. Luego entré al súper y compré carne de res para un asado, queso blanco, ceviche y unas cervezas para poder disfrutar 'Sálvese quien pueda'. Mí Domingo, único día libre en esta vida de esclavo. Entre latas y conversa entre familia y amigos más allegados, me perdí de esa programación y seguí departiendo en casa.
El lunes al revisar mi email, sale el mensaje de 'Balotas' y al hacer clic veo los números ganadores. Cuál fue mi sorpresa al ver que había ganado una millonada: ¡Soy riiiicoooooooooo!, Gracias Dios.......Soy Riiiiiiiicoooooooooooooo....!
El lunes al revisar mi email, sale el mensaje de 'Balotas' y al hacer clic veo los números ganadores. Cuál fue mi sorpresa al ver que había ganado una millonada: ¡Soy riiiicoooooooooo!, Gracias Dios.......Soy Riiiiiiiicoooooooooooooo....!
No pude dormir esa noche, estaba muy alegre pensando en las cosas que podría hacer con tanto dinero ganado por voluntad divina.
Llegado el día de cobrar mis millones, tuve que ir corriendo al banco para depositar el dinero ganado y adquirir mi tarjeta de débito. Invité a unos excelentes amigos Don Yllo y Don Billete al bar 'La Buenaza'. Entre cervezas y mujeres nos dimos la gran divertida y antes del amanecer nos retiramos de ese sitio. Por suerte tenía asignado a un chofer buena gente, que necesitaba trabajo, por lo que nos llevó a nuestros respectivos hogares.
De pronto, me sentí bombardeado de una tanda terrible de nuevas amistades, personas de toda clase, ricos, medios ricos, pobres y los 'trepadores' que no siendo pobres como tales, hacían todo lo posible para poder surgir económicamente.
Surgió algo que me incomodaba. No podía tener amigos, porque sentía que todos venían a mí por mi dinero, para que les ayudara a resolver. Ahora comprendo por qué los ricos son personas solitarias, ermitaños, encarcelados entre dólares, pues la paranoia los apresaba. No se podía confiar en nadie. Los nuevos amigos tendrían que pasar duras pruebas. Me hice el pobre, el que había caído en desgracia por situaciones de impuestos y dineros mal gastados. Así pude observar quién se acercaba con honestidad y quién se alejaba por la avaricia que llevaba implícita en su alma. (Señores no coman mielda que esto es un cuento para entretener..!)