Al comenzar una vida sin ti, aún sentíamos tu presencia cuando llegábamos a casa, escuchábamos el sonido de las patas sobre el piso, luego tu paso sigiloso y ese pequeño sonido con las uñas al caminar, como para ver qué hacíamos o si estábamos prestos a hacer alguna comida que querías gustosamente golosear. Así nos fuimos a costumbrando poco a poco de tu partida. Nunca pensamos que iba a suceder tan pronto, ni lo imaginé. Supuse que era la mascota eterna, la que como siempre estuvo ahí en las buenas y en las malas. Quisiera echar el reloj hacia atrás y verte viva para quererte más de lo que pude haberte querido. Era parte de mí, era alguien que si fuera posible, me daría las cosas materiales que necesitaba en algún momento, pero lo que diste era más importante que aquello tangible, el amor y la lealtad. Fuiste esa dulce compañía perruna. A dos años de tu partida, te seguimos queriendo Peki Lusiana...Imagino que estás al lado de Dios viendo y cuidando sus vastos campos de nubes de algodón en medio del cielo azul. Imposible olvidarte.
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