
El gobierno de EEUU, siempre tan coherente, ataca al mensajero para que todo el mundo se olvide del mensaje. Resulta que el enemigo es Wikileaks, particularmente Julian Assange -su figura más visible-, pero ni una disculpa por los “excesos” de la diplomacia norteamericana, ni por la práctica de la tortura en los territorios ocupados, ni por los pagos a los contratistas privados que disparan a la multitud cuando están de mal humor, ni por las mentiras que han divulgado para justificar las guerras que desangran a Iraq, Afganistán y Yemen -país que, ahora sabemos, también forma parte del teatro de operaciones de los EEUU.
Wikileaks comenzó el domingo la filtración de más de 250 000 informes de las oficinas diplomáticas de Estados Unidos en el mundo, asociado con cinco grandes periódicos: New York Times, The Guardian, El País

Lo que estamos presenciando es histórico y humillante para los halcones imperiales. Con su audaz estrategia de coordinación entre los medios tradicionales y los llamados medios sociales, Wikileaks ha ganado la primera gran batalla de la “Era de Información” contra los mecanismos que en las últimas décadas han utilizado los Estados Unidos y sus aliados gubernamentales y mediáticos para influir, controlar y coaccionar a todo el planeta.