La población panameña, digamos que el 95% es amorfa (la otra es pensante, como tú, como yo, como otros pocos), no hay luces largas, ni mucho menos corta, sobre qué cosa es lo que le interesa y que beneficie a todos nosotros. Decir que quiero que Panamá creza, suena bonito, pero ¿cómo? El día que verdaderamente vayamos a crecer, es cuando cada matrimonio pueda tener hijos sin pensar en qué y cómo haremos con su educación, la salud, en cómo combatiremos la maleantería y corruptela, cuando no exista la lumpenería y medio de comunicación que promuevan los antivalores, el día que no haya pobreza, o de que al menos, no se eche a ver tan vulgar y espeluznantemente.

Ese día, podemos decir que Panamá está creciendo. Pero, Panamá no crece. Crecen los edificios, donde ni tú ni yo podemos entrar a vivir, crecen los bolsillos de los poderosos de siempre, aquellos que nos ponen a pelear cada lustro por la ‘tan malamente cacareada democracia’. Digo malamente, porque eso no existe En la ReAl viDa, porque sabes quién es el único que manda, y las cosas salen con medias verdades y medias mentiras en los medios de comunicación. Hay más cosas que agregar, pero podría ser otro día.