Nunca supe que haya viajado como lo está haciendo a estas alturas de su vida. Con sus setenta y tantos años aun sigue disfrutándola. Si no es en 'gringolandia', se va para Argentina, Chile o al Polo Sur, sino a otros países como Costa Rica, donde lo invitan a jugar tablero y a participar en eventos literarios. Te fuiste a ver pinguinos, mientras yo ansio reunirme con mis ex compañeros del aula para tomarme si no una, varias botellas de ron Paticruzao en Santiago, a ver el mar donde ya no se puede estar en las playas del pacífico panameño, contemplar las estrellas y escuchar buena música.
Las cosas por estos lares se tornan difíciles, pero Ella, mi Reina, me inspira fe. Se ha convertido en algo así como mi segunda Biblia, una especie de religión carnal, que se toca durante el día y se duerme en las cálidas noches. Y con la luz del alba en cada amanecer veo su tierno rostro.
¡Hombre viejo! que sigas disfrutando de esta vida que para mí tiene momentos de 'sinsabores' como de dulce, no de aquellos que nos llevabas cuando éramos niños. Por cierto, odio el dulce. Fueron tantos que ni quisiera saber de eso. Espero que nada me perturbe la paz que siento en estos días.
En casa se respira calma, mucha tranquilidad y armonía. No cuando familiares cercanos llegaron para alborotar todo el entorno e intentaron desbaratar mi castillo de arena, el único que no se destruye por los vaivénes de las olas, ni por la acción de ninguna Cocainera de Palmeras y Cañas o Loco con nombre de crucificado. Viejo, te deseo que la sigas pasando bien, junto a tu compañera sureña.