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La casa de Miraflores. En memoria al paisa. |
- La que ya no mira flores
Un fuerte olor a sudor agrio como la de una persona muy mayor que aun cultiva la tierra, caracteriza el ambiente de aquel hogar que no es más que ruina.
Durante la media noche se escuchan copas que se tocan, la voz tenue y temblorosa de una mujer que pide o dice algo, sonidos de cadenas y voces ocultas que surgen desde el guarda ropas, techo y a veces fuera de la ventana, esa es la casa que ya no mira a las flores.
El sentimiento de tristeza comenzaba aflorar en la casa, desde aquella vez que la señora Garzón se fue a trabajar en el servicio exterior.
Trajeron a dos damas, de esas que no tienen hijos ni nadie a quién querer para que cuidaran la finca, pero la preñaron de frustraciones y envidia, una ya no está entre los vivos.
¡Quiero mi vino!-decía una voz espectral, de esas que dan escalofríos que parece venir debajo de la cama.
¿Por qué…por qué? Susurraba una voz al viento, mientras otra, muy maliciosa, preguntaba a una niñita ¿cuántos años tienes?
Una cadena que alguien arrastra se escuchó y seguidamente la voz: ¿Dónde está mi perra? ¡La quiero, casi ni la puedo ver!, aunque el animal era perceptible, se veía como sombra errante, un fantasma dentro del mundo de los espíritus.
Luces, sombras, sonidos de cosas que tiran, se caen, voces reclamando algo, es lo que hay en la casa que ya no mira a nadie, ni siquiera las flores, pues se siente humillada y sabe ya cuál será su destino.
Mientras tanto, un ángel dijo: aquí conocí a mi amado esposo…