Rogelio Córdova
La adoración es la elevación del pensamiento a Dios, y por medio de ella nuestras almas se aproxima a Él, así queda establecido los preceptos del espíritu superior que devino en obra del pedagogo francés, Hippolyte León Denizard Rivail, conocido como Alan Kardec.
La adoración –se indica- es el sentimiento innato como el de la Divinidad. La conciencia de la propia debilidad que lleva al hombre a inclinarse ante aquél que puede protegerle.
La adoración está en la ley natural, puesto que es el resultado de un sentimiento innato en el hombre, y por esto se la encuentra en todos los pueblos, aunque de formas diferentes. Recordemos que no hay pueblos ateos, toda vez que comprenden que hay por encima de ellos un Ser supremo.
La adoración –se indica- es el sentimiento innato como el de la Divinidad. La conciencia de la propia debilidad que lleva al hombre a inclinarse ante aquél que puede protegerle.
La adoración está en la ley natural, puesto que es el resultado de un sentimiento innato en el hombre, y por esto se la encuentra en todos los pueblos, aunque de formas diferentes. Recordemos que no hay pueblos ateos, toda vez que comprenden que hay por encima de ellos un Ser supremo.
Hace poco asistimos a una Iglesia y lo que experimentamos fue la convergencia de sentimientos de adoración a Dios y a su hijo en la Tierra, Jesús. Comprendimos una vez más, que congregarse es bueno, es un goce, porque retroalimenta nuestras almas, nuestros cuerpos, porque todas las energías de las personas reunidas en aquella estructura rodeada de imágenes y presidida por un Jesus vivo, elvándose, iban y llegaron al Creador.
El padre dio la misa, nos hizo bellas referencias de la biblia, y al culminar el encuentro con Dios, salimos de la Iglesia regocijados, o sea, felices, con una paz, una tranquilidad que nos ha invitado a continuar nuestro peregrinaje nuevamente a la casa del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bendiciones!