Rogelio Córdova
Aún no había salido el sol, cuando estuvimos cerca del lugar donde se trabaja. La calle vomitaba sombras y con las luces tenues de algunos comercios cerrados, a duras penas se podría ver las caras de la gente que madrugaba y hacía transbordo para ir a su respectiva pincha. Eran como ánimas extraviadas salidas del purgartorio, pasos de gente como cansada que nos hizo pensar en el ganado cuando van al matadero, pero no, eran simplemente personas.
Peor todavía, parecían zombies, pues iban como sonámbulo por las calles muy, pero muy de temprano. Más gente fea que bonita, se mezclaba con las ratas de caño, pero no aquellos roedores como tales, sino la lumpenada, la escoria nocturna. !Hombre Mirad que somos feos, pero lo que allí andaban era peor! No nos quedó más remedio que esperar montado en nuestro caballo, protegidos con capotes de monte, por la lluvia, y un sable de acero para protegernos de cualquier animal salvaje, de esos que abundan en los parajes satánicos cubiertos de concreto. Allí permanecimos mirando de lejos ese panorama sombrio hasta que saliera el sol. Allí nos quedamos para bregar y poder llevar algo de comida a la casa.
martes, 9 de noviembre de 2010
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