Desde el cuarto

Rogelio A. Córdova
Sábanas revueltas en una fría mañana de diciembre, un sol resplandeciente que se asoma en la ventana del cuarto desde más allá del horizonte en el malecón. Una brisa matinal con olor a mar que nos invita al romance mañanero. Un fresco aroma a café. Es hora de levantarse y mirar el cielo azul con su mar turquesa azulada para luego recorrer las callejuelas y avenidas de esta gran ciudad que nos abraza y nos quiere. Ver pasar los transeúntes con sus infortunios, victorias, aspiraciones, ideas, amores, pasiones, en fin, son como fantasmas en un corredor de alegorías donde se conjugan lo viejo con lo nuevo. Se entremezclan lo novedoso y lo arcaico, donde la carne no queda desapercibida con el andar de los tiempos. Una música, un canto de guitarra, una voz melodiosa, un lugar estancado en el tiempo, donde el humo a tabaco con el salitre y olor a ron forman un todo dentro de nuestro ser. Tú mi dulce niña. Aunque no sé con quién estás. Espero te encuentres bien entre sueños de doncellas y dragones.