Dios es eterno, inmutable, inmaterial, único, todopoderoso,
soberanamente justo y bueno.
Creó el Universo que comprende a todos los seres animados
e inanimados, materiales e inmateriales.
Los seres materiales constituyen el mundo visible o corporal
y los seres inmateriales el mundo invisible o espírita, es decir, el
de los Espíritus.
El mundo espírita es el mundo normal, primitivo, eterno,
preexistente y sobreviviente a todo.
El mundo corporal no pasa de ser secundario; podría dejar
de existir, o no haber existido jamás, sin alterar la esencia del mundo
espírita.
Los Espíritus revisten, temporalmente, una envoltura
material perecedera, cuya destrucción, por la muerte, los vuelve
libres.
Entre las diferentes especies de seres corpóreos, Dios escogió
la especie humana para la encarnación de los Espíritus que
alcanzaron un cierto grado de desarrollo, lo cual les da la
superioridad moral e intelectual sobre todos los otros.
El alma es un Espíritu encarnado, cuyo cuerpo es sólo una
envoltura.
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