Lo que viene a continuación es controversial, porque la prostitución tiene diversos matices, no hay un denominador común del cómo se ejerce y bajo qué condiciones, excepto el de poder llevar sustento o dinero a familiares como los hijos, y lo demás, el de costearse gustos en ropas, lujos, acumular dinero para comprarse apartamentos en sus países de origen en el caso de las extranjeras, y en cuanto a las locales, pues les van mal debido a que unicamente consiguen para vicios o cuidar también a los hijos.
En Panamá, con esto del Crisol de Razas (proyecto del gobierno anterior en la que se legalizaron más de 50 mil extranjeros que vinieron a buscar fortuna) muchas extranjeras andan felices por ahí en casinos y discotecas, clubes exclusivos para gente adinerada. Llevan un modo de vida moderno en cuanto a atenderse sus caprichos, pequeños lujos, nada les falta, sólo el calor del hogar que dejaron por necesidad, necesidad de tener más de lo que pudiera dejar un trabajo como dependienta en un comercio o vendedora de empanadas en su lugar de orígen. Según dicen y de forma lastimera que la prostitución no es una elección, sino una ausencia de oportunidades. Pero, lo dudo, cuando veo chicas universitarias panameñas que se revuelcan con viejos millonarios, quienes les ponen apartamentos o 'niditos de amor', en la que queman a sus viejas y pellejudas esposas. Aquí no vemos necesidad de trabajo, sino de tener miles de dólares para costearse caros celulares, equipos de sonidos, autos y demás cosas suntuarias.
Aquí les dejo a Tanja, la puta amargada, quien relata su al parecer, pésima experiencia en el oficio allá por el viejo mundo, es decir, Europa. Experiencia que probablemente hubiera sido productiva en Panamá...¿o no?
Del libro 'Prostitution Narratives: Stories of Survival in the Sex Trade (Spinifex Press) Testimonio de Tanja Rahm
En Panamá, con esto del Crisol de Razas (proyecto del gobierno anterior en la que se legalizaron más de 50 mil extranjeros que vinieron a buscar fortuna) muchas extranjeras andan felices por ahí en casinos y discotecas, clubes exclusivos para gente adinerada. Llevan un modo de vida moderno en cuanto a atenderse sus caprichos, pequeños lujos, nada les falta, sólo el calor del hogar que dejaron por necesidad, necesidad de tener más de lo que pudiera dejar un trabajo como dependienta en un comercio o vendedora de empanadas en su lugar de orígen. Según dicen y de forma lastimera que la prostitución no es una elección, sino una ausencia de oportunidades. Pero, lo dudo, cuando veo chicas universitarias panameñas que se revuelcan con viejos millonarios, quienes les ponen apartamentos o 'niditos de amor', en la que queman a sus viejas y pellejudas esposas. Aquí no vemos necesidad de trabajo, sino de tener miles de dólares para costearse caros celulares, equipos de sonidos, autos y demás cosas suntuarias.
Las meretrices usan incluso las redes y de forma libre sin proxenetas que las violenten, pues ya es cosa del pasado siglo |
Aquí les dejo a Tanja, la puta amargada, quien relata su al parecer, pésima experiencia en el oficio allá por el viejo mundo, es decir, Europa. Experiencia que probablemente hubiera sido productiva en Panamá...¿o no?
Del libro 'Prostitution Narratives: Stories of Survival in the Sex Trade (Spinifex Press) Testimonio de Tanja Rahm
Tanja Rahm |
"Querido
cliente:
Si
piensas que alguna vez me he sentido atraída por ti, estás terriblemente
equivocado. Nunca he deseado ir a trabajar, ni siquiera una vez. Lo único en mi
mente era hacer dinero, y rápido.
Que
no se confunda con el dinero fácil; nunca fue fácil. Rápido, sí. Porque
rápidamente aprendí los muchos trucos para conseguir que te corras pronto para
poder sacarte de mí, o de debajo de mí, o de detrás de mí.
Y
no, nunca me excitaste durante el acto. Era una gran actriz. Durante años he
tenido la oportunidad de practicar gratis. De hecho, entra en la categoría de
multitarea. Porque mientras tú te tumbabas ahí, mi cabeza estaba siempre en
otra parte. En algún sitio donde no tuviese que enfrentarme contigo acabando
con mi respeto hacia mí misma, ni pasar 10 segundos pensando en lo que ocurría,
o mirándote a los ojos.
Si
pensabas que me estabas haciendo un favor por pagarme por 30 minutos o una
hora, te equivocas. Preferiría que hubieses salido y entrado tan rápido como
pudieses. Cuando pensabas que eras mi príncipe azul, preguntándome qué hacía
una chica como yo en un sitio como ese, perdías tu halo cuando pasabas a
pedirme que me tumbase y centrabas todos tus esfuerzos en sentir mi cuerpo todo
lo que pudieses con tus manos. De hecho, hubiese preferido si te hubieses
tumbado de espaldas y me hubieses dejado hacer mi trabajo.
Cuando
pensabas que podías estimular tu masculinidad llevándole al clímax, debes saber
que lo fingía. Podría haber ganado una medalla de oro por fingir. Fingía tanto,
que la recepcionista casi se caía de la silla riéndose. ¿Qué esperabas? Eras el
número tres, o el cinco, o el ocho de ese día.
¿De
verdad pensabas que era capaz de excitarme mental o físicamente haciendo el
amor con hombres que no elegía? Nunca. Mis genitales ardían. Del lubricante y
los condones. Estaba cansada. Tan cansada que a menudo tenía que tener cuidado
de no cerrar mis ojos por miedo a quedarme dormida mientras mis gemidos seguían
con el piloto automático.
Si
pensabas que pagabas por lealtad o charlar un rato, debes volver a pensar en
ello. No me interesaban tus excusas. Me daba igual que tu mujer tuviese dolores
pélvicos, o que tú no pudieses salir adelante sin sexo. O cuando ofrecías
cualquier otra patética excusa para comprar sexo.
Cuando
pensabas que te entendía y que sentía simpatía hacia ti, era todo mentira. No
sentía nada hacia ti excepto desprecio, y al mismo tiempo destruías algo dentro
de mí. Plantabas las semillas de la duda. Duda de si todos los hombres eran tan
cínicos e infieles como tú.
Cuando
alababas mi apariencia, mi cuerpo o mis habilidades sexuales, era como si
hubieses vomitado encima de mí. No veías a la persona bajo la máscara. Solo
veías lo que confirmaba tu ilusión de una mujer sucia con un deseo sexual imparable.
De
hecho, nunca decías lo que pensabas que yo quería oír. En su lugar, decías lo
que necesitabas oír. Lo decías porque era necesario para preservar la ilusión,
y evitaba que tuvieses que pensar cómo había terminado donde estaba a los 20
años. Básicamente, te daba igual. Porque solo tenías un objetivo, y era mostrar
tu poder pagándome para utilizar mi cuerpo como te apeteciese. (Continuará si hay comentarios)
Si desea saber más sobre cómo termina esta carta, dejen sus comentarios aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bendiciones!