Érase una noche de verano frente al mar entre tragos y música, los jóvenes cantaban y bailaban al ritmo del jodido reggaetón que todo lo daña y aquella pareja se separó del grupo para tratar de conocerse un poco más.
Entre tragos y bailes del jodido reggaetón surgió la extraña relación |
"He jodido a las hijas de todos los ricos", expresó así a los vientos aquella noche frente al mar el pelao Oscar.
Yatsuri, bebiendo su NightTren, quedó así como: "¿y esto qué es?", pero nada le importó, porque disfrutaba de la compañía de Oscar justo en el momento.
"Dejé que gritara o dijera lo que quisiera", contó la Yatsuri, trago en mano.
Parecía una catarsis, dijo y semanas después Oscar le confesó que una amiga de su mamá lo enamoraba cuando era un niñito, una profesora de religión.
"No sabía de qué se trataba eso, era como para que yo pensara cosas o situaciones que nada vienen al caso contar", acotó Yatsuri.
Meses después, según ella, confirmó que Oscar no había jodido a nadie y que la profesora resultó ser un cuento chino, pues, como que todo fue un invento o al menos eso dedujo.
"Sí porque era tan jodidamente serio, centrado, astuto, elocuente que las primeras cosas expresadas cayeron al precipicio de las pendejadas, donde alguien dice idioteces para sorprender, dicen tonteras por un desahogo que nunca comprendí y ya ni quisiera saber de qué se trató", dijo Yatsuri melancólicamente.
"Los cuentos de las hijas de aquellos ricos y la profesora moralista, tal vez no existieron", dedujo la pobre mujer, pensando que lo más seguro el problema de Oscar era emotivo, que venía desde pequeño y que tal vez no se perdonara el haber dedicado tanto tiempo al pobre Oscar, que yace frío y gris en cualquier campo santo.
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