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Al fondo el cerro Orarí |
Esta semana que culmina, he andado por uno de los parajes más hermosos de Panamá, conocido gente sencilla y bonachona, visto tierras casi vírgenes y que muchos extranjeros desean apoderarse en contubernio con los millonarios de este sufrido país. Muchos campesinos se han dejado quitar las tierras que poseyeron por herencia familiar y ancestral. Vienen como cuando los españoles llegaban con los espejitos a cambio del oro. El clima es sabroso en las montañas, la paz, la tranquilidad, el sonido del viento y el sonar de las copas de los árboles y pinos hacían la diferencia. La ciudad es algo que nos mata y nos asedia las 24 horas del día los 7 días de la semana. Por eso, mientras que algunos campesinos prefieren dejarlo todo para probar suerte en la Ciudad, muchos de nosotros hastiados de la bulla y la delincuencia, preferimos estar lejos en el campo.