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Las nuevas investigaciones
revelan que el cerebro procesa de la misma forma el dolor emocional y el dolor
físico.
Ya lo dicen las canciones y los
poemas: el amor duele. Pero ahora, gracias a la nueva tecnología, los
científicos están confirmando que el sufrimiento emocional realmente puede
doler físicamente.
Las nuevas investigaciones
cerebrales revelan que la misma parte del cerebro que procesa el dolor físico
también se encarga de procesar el dolor emocional.
Y esto explica, afirman los
expertos, que de la misma forma como una lesión física puede causar dolor
crónico, mucha gente nunca se recupera de una herida emocional.
El dolor emocional, sabemos,
puede adquirir muchas formas. Puede ser el rompimiento de una relación, la
exclusión social, o la forma más extrema que es la pérdida de un ser querido.
Muchas personas que han
experimentado este tipo de dolor extremo a menudo hablan de "un dolor en
el pecho", "un vacío debajo del esternón", o de pensar que se
están volviendo locos por tanto dolor.
"La gente que ha sufrido
daños emocionales a menudo traduce ese dolor en algo físico", afirma el
profesor David Alexander, director del Centro de Investigación de Trauma en
Aberdeen, Escocia y quien ha ayudado a sobrevivientes de desastres, incluidos
en tsunami en Asia y la guerra de Irak.
"Hablan, por ejemplo, de que
les explota la cabeza o de un dolor en el estómago. Es un paralelo muy
fuerte", agrega.
Y sin embargo, afirma el experto,
las investigaciones médicas tienden a concentrarse en el dolor físico.
Supervivencia
Un equipo de neurocientíficos de
la Universidad de California Los Ángeles, (UCLA), está intentando cambiar esa
tendencia centrando sus estudios en el dolor emocional.
Gracias a la nueva tecnología,
dicen los investigadores, ahora es posible analizar lo que pasa en el cerebro y
en el corazón.
La doctora Naomi Eisenberger ha
logrado demostrar qué partes del cerebro se activan cuando sentimos dolor
emocional.
La investigadora desarrolló un
juego de computadora en el que deliberadamente se hace que los participantes se
sientan excluidos.
Los escáneres cerebrales que se
toman simultáneamente han revelado que el cerebro procesa de la misma forma el
dolor que la persona siente al ser rechazada socialmente que el que siente con
el dolor físico.
Este proceso se lleva a cabo en
una zona cerebral llamada corteza cingular anterior.
La investigadora cree que el
dolor físico y el dolor emocional están relacionados de esta forma porque las
relaciones sociales son cruciales para nuestra supervivencia como especie.
Enfrentado a una situación de
peligro, un hombre solo tiene menos posibilidades de sobrevivir que un grupo de
humanos.
"El sistema de uniones
sociales está muy vinculado al sistema de dolor físico para asegurar que el ser
humano permanece conectado de cerca a los otros", afirma Naomi
Eisenberger.
"Cuando se nos separa de una
relación, o un grupo nos rechaza, es muy doloroso -agrega- así que intentamos
evitarlo".
El dolor físico es una
advertencia de nuestro organismo para no hacer algo que nos hace daño, por
ejemplo, caminar con un tobillo o una pierna rota.
El dolor emocional, afirman los
expertos, también puede ser una advertencia, por ejemplo, para no volvernos a
acercar a cierto tipo de hombre o de mujer que nos puede herir emocionalmente.
Y de la misma forma como el dolor
físico puede volverse crónico, también ocurre los mismo con el dolor emocional.
Mary Frances O'Connor, otra
investigadora de UCLA lo llama "pena compleja" y ésta, dice, ocurre
en aproximadamente 10% de las personas que sufren la pérdida de un ser querido.
"Estas personas experimentan
mucha amargura y enojo, y sienten que su futuro no tiene sentido. Además no
pueden adaptarse al dolor con el paso del tiempo, como muchas otras personas sí
lo hacen", afirma O'Connor.
Corazón roto
Los científicos sospechan que
estas personas que no logran adaptarse al dolor, también son las que
experimentan los mayores niveles de dolor físico.
Es por eso, afirman los expertos,
que sí es posible morir de un corazón roto.
"Una persona tiene mayor riesgo
de morir en los seis meses después de que perdió a un ser querido" afirma
el Martin Cowie profesor de cardiología del Hospital Brompton, en Londres.
"Y esta tendencia ocurre más
entre los hombres", agrega.
Esto se debe a que la gente que
sufre una muerte cercana tiene más probabilidad de tener un accidente o de
sufrir un infarto o embolia.
Porque las hormonas que están
involucradas en el estrés de la pérdida de un ser querido aumentan las
posibilidades de que ocurran estos eventos, explica el experto.
Por eso, agrega, es muy
importante identificar y tratar a las personas cuyo dolor emocional podría
convertirse en dolor crónico y provocar una debilitante depresión o incluso la
muerte.
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