¿Y en Panamá?
José A. de la Osa
Una justa mirada al comportamiento de las tasas de mortalidad infantil en los últimos 51 años, nos lleva de la mano a comprender los desvelos de la Revolución a favor de la salud y el bienestar de la madre y el niño.
La tasa alcanzada en el 2010 —4,5 por mil nacidos vivos, sin precedentes en Cuba—, no es más que la confirmación de ese indeclinable y colosal esfuerzo de un país pobre y criminalmente bloqueado, que ha logrado situarse como la nación de las Américas con más baja mortalidad infantil, indicador internacional que mide la calidad con que una sociedad atiende y protege a las gestantes, a las puérperas y a los niños.
En el año recién concluido se produjeron 127 710 nacimientos. En relación con el 2009 esta cifra representa una disminución de la natalidad de 2 326 niñas y niños, aunque cabe destacar que en el 2010 se registraron 45 defunciones menos. Villa Clara logra la más baja mortalidad del país (2,5), y otras siete provincias se sitúan por debajo de 5,0: Holguín, 3,0; Cienfuegos y Matanzas, 3,7; Camagüey, 4,4; Granma, 4,7; Pinar del Río y Sancti Spíritus, 4.9. El municipio especial Isla de la Juventud muestra 2,8. Las provincias con un resultado superior a 5,0 no sobrepasan una tasa de 5,7, exponente de la equidad de nuestro sistema social.
Entre los factores que han contribuido a estas favorables tasas se encuentran, en primer lugar, la voluntad política del Gobierno revolucionario de ofrecer atención a la salud a todos los ciudadanos, con especial esmero a las madres y los niños; la existencia de un alto grado de escolarización de la población; un programa de vacunación que abarca 13 enfermedades, con una cobertura de prácticamente el ciento por ciento de los niños, lo que ha conducido a la erradicación y control de varias afecciones prevenibles mediante la inmunización.
También por disponer de un sistema de salud universal, accesible y gratuito para toda la población, sustentado en una amplia red de centros asistenciales e instituciones de atención primaria, junto a sistemáticas campañas de promoción y prevención.
En general, los gastos por habitante en salud que eran de 3 pesos con 72 centavos en 1959 (con una población de unos siete millones), el pasado año 2010 se elevaron hasta los 576 pesos per cápita para los 11 242 628 habitantes.
La tasa alcanzada en el 2010 —4,5 por mil nacidos vivos, sin precedentes en Cuba—, no es más que la confirmación de ese indeclinable y colosal esfuerzo de un país pobre y criminalmente bloqueado, que ha logrado situarse como la nación de las Américas con más baja mortalidad infantil, indicador internacional que mide la calidad con que una sociedad atiende y protege a las gestantes, a las puérperas y a los niños.
En el año recién concluido se produjeron 127 710 nacimientos. En relación con el 2009 esta cifra representa una disminución de la natalidad de 2 326 niñas y niños, aunque cabe destacar que en el 2010 se registraron 45 defunciones menos. Villa Clara logra la más baja mortalidad del país (2,5), y otras siete provincias se sitúan por debajo de 5,0: Holguín, 3,0; Cienfuegos y Matanzas, 3,7; Camagüey, 4,4; Granma, 4,7; Pinar del Río y Sancti Spíritus, 4.9. El municipio especial Isla de la Juventud muestra 2,8. Las provincias con un resultado superior a 5,0 no sobrepasan una tasa de 5,7, exponente de la equidad de nuestro sistema social.
Entre los factores que han contribuido a estas favorables tasas se encuentran, en primer lugar, la voluntad política del Gobierno revolucionario de ofrecer atención a la salud a todos los ciudadanos, con especial esmero a las madres y los niños; la existencia de un alto grado de escolarización de la población; un programa de vacunación que abarca 13 enfermedades, con una cobertura de prácticamente el ciento por ciento de los niños, lo que ha conducido a la erradicación y control de varias afecciones prevenibles mediante la inmunización.
También por disponer de un sistema de salud universal, accesible y gratuito para toda la población, sustentado en una amplia red de centros asistenciales e instituciones de atención primaria, junto a sistemáticas campañas de promoción y prevención.
En general, los gastos por habitante en salud que eran de 3 pesos con 72 centavos en 1959 (con una población de unos siete millones), el pasado año 2010 se elevaron hasta los 576 pesos per cápita para los 11 242 628 habitantes.
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